Éramos felices

No sé si debería estar escribiendo bajo los efectos del alcohol, el humo del cigarrillo y la melancolía extrema que se siente cuando el cielo se torna gris. Cuando la ropa que use anoche esta tirada en el frío piso y yo trato de tapar mis pies con este pesado acolchado que muchas veces antes ha cubierto tu cuerpo para que no sientas frío por las noches.
Seguramente te estarás preguntando si sé de lo que estoy hablando, y lo digo sin dudarlo ni un segundo. Este es el momento en que vuelve a mi mente todo lo que alguna vez creí verdadero, y comienza a destruirme de la peor manera. Y no hay nadie que pueda ayudarme a salir de esta pérdida incurable de la felicidad. Porque no sirve nada de lo que me está pasando, o me puede llegar a pasar, si todavía tengo en mi mente imágenes tuyas que me recuerdan a las veces que dormías en mis brazos. No me sirve y no me interesa que atractivas personas intenten involucrarse conmigo si lo que menos quiero es volver a empezar de este sin fin de recuerdos.
Se que esto no es un cuento de hadas y que nunca lo va a ser. Y aunque intente buscar a la persona que toda mi vida esté conmigo, a mi lado, haciéndome feliz y respetándome, necesito de todas formas los gritos, las peleas en medio de la noche, los llantos. Nosotros.
No sé si llamarlo masoquismo, o qué. Pero realmente estoy viviendo este sentimiento como todo lo que vivi y quise vivir en algún momento de mi vida. Todo lo que buscaba. Y que me hacía feliz, de la mejor manera. Entonces ¿por qué tiene que tender a terminarse todo cuando recién se empieza a sentir ese amor intenso en nuestros corazones? ¿Y por qué no entiendo que nada va a volver a ser como antes?  Ni siquiera yo.
Porque ya cambié y nadie va a poder salvarme de esto nuevamente. Ni de mis recuerdos. Ni del odio a todo lo que en algún momento motivó a que esto terminara de esta manera.

Éramos felices, ¿no lo crees? Si, lo éramos. Solo los dos.